También esto pasará. Como en el delicioso libro de Milena Busquets, claro que el covid-19 pasará. Dejará muchos muertos en la cuneta de nuestra democracia, que nadie desenterrará, y en la memoria de sus seres queridos. Pero pasará. Como todo en la vida. Incluso para los más afortunados, los que no hayan perdido su vida ni la de sus seres queridos y aun tengan la fortuna de mantener el empleo, nada será ya igual. Nos negamos a imaginarlo, pero cuando la cortina se vuelva a alzar y nuestras puertas se abran, afuera ya no estarán las cosas que dejamos, no de la misma manera: las certezas, las seguridades, la infalibilidad con la que creíamos viajar por la vida. Todo eso se está derrumbando mientras el nido doméstico todavía nos abriga.

El paradigma del poder extraterrenal que nos reporta la tarjeta de crédito, los billetes de avión low cost y el individualismo se ha venido abajo. La libertad no se compra con visas. Los viajes que tantos amamos nos han traído en la maleta la infección, que aunque parezca que ha entrado de matute ha ido pagando su impuesto por donde ha pasado, dejando en todos y cada uno su poso de miseria. El individualismo no vale tampoco. Estamos todos juntos contra el virus, que nos ha agrupado; por fin todos unidos contra algo, aunque el pegamento sea el miedo. Y en primera línea, el sanitario que arriesga su vida, el vecino que nos ofrece la mascarilla que ha cosido en casa, el tendero cuya charla tanto nos desesperaba cuando teníamos prisa, el agente que vigilante cuida de nosotros, …. y tantos otros que dan un paso adelante en estas tierras movedizas. 

Los mensajes de autoayuda ya no nos sirven: no somos quienes dicen que somos. No somos héroes, pero tampoco incautos que precisemos de que las teles nos escamoteen los ataúdes de los caídos por esta pandemia para que no suframos. Para cuando salgamos, nada será ya lo mismo. Ni siquiera tenemos la seguridad de que cuando la vida vuelva a abrirnos sus puertas no se reproduzca el contagio, no haya otro brote. Ni los científicos saben a qué enemigo se enfrentan ni si será el mismo dentro de poco. Cuando la vida vuelva, habrá que ir probando, a tientas, conteniendo la respiración por si el virus nos vuelve a prender; o lo que es peor, ha mutado y ya será otro, más ignoto todavía.

La Historia va a cambiar. Hemos de saber que hay que administrar una derrota. La del ser humano frente a su bochornosa autosuficiencia, frente a su eufórica seguridad. Como si del Medievo se tratase, hemos tenido que encerrarnos en nuestras casas para sortear la peste, que llamaba una por una a nuestras puertas. Ahora vamos a salir a la calle sin respuestas. Quizá sin protectores físicos, pero seguro que sin salvaguardas morales. Esto no va de política, va de vida, va de supervivencia. Solo la ciencia nos puede dar el arma que venza al enemigo. Estamos en manos de ella, de los investigadores de los que nadie habla y hoy todos entrevistan de forma oportunista. Saldremos sin respuesta y muchos sin trabajo y sin recursos, por si fuera poco. Otros, con demasiada soledad en las venas. Los jóvenes, sin haber terminado el curso. De todo esto hablaba: de la vida desatenta.