Lo que ayer dijo el jefe del Estado Mayor de la Guardia Civil fue un exceso de sinceridad: “Estamos trabajando con nuestros especialistas para minimizar ese clima contrario a la gestión de crisis por parte del Gobierno”. Podía haber sido un resbalón propio de su inexperiencia, pero estaba escrito. Y lo leyó, desnudando así a un Gobierno que usa más recursos en combatir las críticas que en luchar contra el Covid-19. Probablemente porque algún desahogado del Ministerio del Interior se lo había escrito. No hay nadie que se crea que el general Santiago improvisara sobre algo tan importante y que abunda en un hecho evidente: este Gobierno ha decidido usar el estado de alarma, que más es un estado de excepción, para represaliar a los críticos con Pedro Sánchez, para amordazar a aquellos que tensionan la sociedad con sus críticas, que crean alarma social, ese concepto tan propio de los autoritarios. Hasta ahí podíamos llegar: criticar al Gobierno, dónde se ha visto eso.

Hace unos días con las preguntas totalitarias del CIS, después anunciando que se iban a monitorizar las redes sociales, y hace unas horas con el concurso inestimable de la Fiscalía General del Estado que amenazaba con aplicarle nada menos que siete tipos delictivos a los bulos, Pedro Sánchez tiene claro que el enemigo no es el virus sino la libertad de expresión. Hasta hace unos meses, la extrema izquierda era la dueña de las redes sociales, tenía el monopolio del odio para alegrarse de la muerte de un torero en el ruedo, para amenazar de muerte a los políticos que no eran de su cuerda, para insultar a todo el que no comulgaba con ellos o para injuriar al jefe del Estado. Entonces, a la izquierda no le molestaba en absoluto lo de los bulos y las amenazas en las redes sociales. Ahora, que se ha roto ese monopolio de los bulos –práctica, por cierto, absolutamente deleznable y perseguible vengan de un lado o de otro–, ahora que ya no es solo la izquierda la que miente y manipula, ahora hay que aplicarle la ley a esas técnicas no vaya a ser que fastidien la estrategia del Gobierno. Curioso, ¿no? 

Por eso, se usa la famosa “ley mordaza” para sancionar a los que no cumplen el confinamiento, una ley que era fascista para el PSOE y Podemos hasta hace unos meses y que ahora aplican con denuedo porque les conviene. Si hay que perseguir los bulos, por qué no hacerlo con las mentiras del Gobierno, por ejemplo: las trolas del propio Sánchez de que el Ejecutivo que preside ya tomó antes medidas contra el coronavirus, cuando tenemos la tasa más alta de muertes del mundo. No de Europa. Del mundo. Aquí mueren al día el mismo número de personas que en toda la crisis en Portugal, un país no muy lejano del nuestro. El gran fabricante de desinformación es el propio Gobierno. Por ejemplo, de los 200.000 millones de euros de escudo social no se han movilizado ni un 10 por ciento. O el millón de test rápidos ¿dónde están? La primera fake news fue la tesis del propio presidente. De ahí hasta ahora.

El ministro Grande-Marlaska, un juez que tiene a sus espaldas un trabajo admirable contra el terrorismo de ETA, anda como pollo sin cabeza. El desmentido ayer al general fue solo una forma de dejar a un subordinado vendido. ¿Alguien se va a creer que ese general, con lustros de experiencia, tuvo un lapsus? Y en todo caso, ¿un lapsus no viene a ser la verbalización de un pensamiento oculto? Como decía Freud, un lapsus es un acto fallido, una fuga del inconsciente. Lo que hizo fue dar un aviso a navegantes en nombre del Gobierno, retratando la evidencia. No estamos ante un golpe de estado, como exageradamente denuncia la extrema derecha, pero sí ante un claro exponente de que el Gobierno ha tomado un camino equivocado que consiste en achicar la libertad de expresión, so pretexto de que eso enturbia su estrategia de lucha contra el coronavirus. Intenta asimilar a la prensa libre con los propagadores de bulos. De Pinochet a Chávez, no se había visto una cosa igual.

Sánchez e Iglesias ya se han cargado el prestigio del doctor Simón, el de Pedro Duque, al que obligaron a hacer el ridículo el pasado sábado en la rueda de prensa infantil (qué bajo ha caído la sala de prensa del Palacio de La Moncloa), el buen nombre del CIS; han silenciado al Rey, y ahora ya solo quedaba la Guardia Civil. Por eso, el presidente extremeño, Guillermo Fernández Vara, ha dicho hoy con razón en “El Mundo” que esta crisis se va a llevar por delante a toda la clase política. Pues, ánimo, señor Sánchez, que cada vez quedan menos instituciones en pie.