Isa Serra es una diputada de Podemos que no ha trabajado jamás en nada sobresaliente, que se sepa, y ahora, para recuperar el tiempo improductivo para el país, se dedica a la política. Por la mañana, insultaba a la policía y por la tarde, pisaba la moqueta de la política, donde cobra un pastón al que no ha renunciado pese a su alma antisistema. Un alma dúctil y sencilla con unos principios de quita y pon. Recientemente, el Tribunal Superior de Justicia de Madrid la ha condenado a 19 meses de cárcel por los delitos de atentado a la autoridad durante una protesta contra un desahucio, con lesiones leves y daños. La sentencia considera probada su participación en unos altercados contra la Policía Municipal de Madrid en 2014, agresión en la que dos agentes resultaron heridos. El Tribunal también la inhabilita 19 meses para el sufragio pasivo. 

Aunque la sentencia es recurrible, y Serra lo tiene previsto, la narración de lo que ocurrió aquel día es escalofriante y calca a la actual diputada autonómica como una persona agresiva, poco tolerante y feminista, solo de boquilla. La sentencia relata que la acusada, increpaba y acosaba a los agentes profiriendo insultos, en particular a una agente de Policía Municipal, diciéndole: “Eres cocainómana”, “mala madre, hija de puta, no te quieren ni tus propios compañeros”. A otra agente, le espetó: “Hija de puta, puta, zorra; que te follas a todos los policías municipales”. Y todo ello, sazonado con empujones y el lanzamiento de objetos contundentes. Una prenda, la susodicha Serra. 

Bueno, pues por este ejemplar derroche de civismo y de feminismo profundo en defensa de la mujer han sacado la cara la pareja del momento, el dúo vocal para el arrullo proletario, Pablo Iglesias e Irene Montero. Y es que además de compañeros de partido, la pareja de Serra, Juanma del Olmo, es el director de Comunicación y Estrategia de la Vicepresidencia del Gobierno. Por eso y porque son de la misma calaña, la tercera autoridad del Ejecutivo ha sacado la cara por una condenada, criticando al poder judicial, en una clara afrenta a la separación de poderes; ese principio tan incómodo para los ideólogos del régimen de Maduro, en Venezuela. 

Todas las asociaciones de jueces y fiscales han salido en tromba para defender la independencia judicial y afear a Iglesias que colabore en el desprestigio de otra institución del Estado tan importante como la Justicia. Pero hete aquí que el presidente, Pedro Sánchez, lejos de alinearse con el malestar de todo el estamento judicial (donde hay jueces y fiscales de izquierda y de derecha pero que defienden las instituciones), ha defendido a su vicepresidente exculpándole con justicia podemita: “habla como dirigente de Podemos” en ejercicio de la libertad de expresión. Como si uno pudiera disociar su condición de vicepresidente de la de dirigente de un partido. Y como si un vicepresidente no tuviera la obligación, en nombre de su perfil institucional, de guardarse la libertad de expresión para cuando sea un particular, si usándola mancilla el papel de la Justicia, sin la que un Estado de Derecho sería una república bananera como las que le gustan a él. 

Y, además, Iglesias mintió al argumentar su crítica a la Justicia. Dijo que a Serra se le había condenado por manifestarse en contra de un desahucio. Mentira cochina. A nadie se le detiene por declararse contrario a que se desahucie a una persona de su casa. A Serra se la condena por agredir e insultar a policías municipales. Aquí hubiera tenido buena materia de investigación el ministro Marlaska, tan preocupado de los bulos y las mentiras. Su propio compañero de Gabinete mete trolas tan grandes como su mansión en Galapagar. A este pobre hombre le viene todo grande. Nada raro tratándose de una mente constreñida por telones de acero.