En este juego de la silla que es España, cuando para la música todo quisque se deja caer para colocar sus posaderas en alguna sinecura, pero la mayoría se ha sentado donde no debía. Gracias a este presidente de Gobierno, tenemos un excelente coronel de la Guardia Civil —reconocido por todos los Gobiernos del PP y del PSOE— que ha terminado, por el afán totalitario de un ministro, degradado en su espíritu castrense y, lo que es peor, en su espíritu humano y civil. Pero es que también tenemos a un buen magistrado de la Audiencia Nacional —que luchó contra ETA con denuedo—, de pésimo ministro del Interior, cometiendo perjurio y aniquilando la separación de poderes. Tenemos, gracias a la misma ruleta, a una rábula jaleando la comisión de delitos y la facundia machista, de fiscal general del Estado.

Y no podía faltar una mala consejera de Hacienda de la Junta de Andalucía, en tiempos del latrocinio de los Ere, de responsable de los caudales públicos en toda España, por si quieren dos tazas. Y en el cenit, tenemos a la señorita del pan pingrao, pijaprogre superdrástica, de ministra de Igualdad, cuando llegar al poder por ser la cuota exigida por la potestad de su pareja, por ser su pareja, es todo menos igualitario. Pero es que tenemos también al señorito de ídem, su señor marido, un gran propagandista del totalitarismo, antisistema y escracheador cum laude, de vicepresidente del Gobierno de España.

Pero es que, ay, también tenemos, este en la oposición, a un solvente abogado del Estado, purgado por Pedro Sánchez por no atender sus consignas para hacer más placentera la vida a los independentistas condenados, de meritorio portavoz de Ciudadanos intentando justificar el enésimo bandazo de este partido. Y finalmente, tenemos a un tramposillo doctor en Economía, ideólogo del no es no y vendedor de humo dialogante, campeón en llevar al partido socialista a las peores cotas electorales de su historia, convertido en jefe del Ejecutivo: el que lleva la batuta. Esperemos que cuando vuelva a sonar la música todos encuentren su silla y el que quede fuera sea el maestro de orquesta.