El PSOE es el partido que más años ha gobernado España desde la democracia. De ese tiempo quedan dos expresidentes: Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero —el haz y el envés de la moneda—. El primero transformó nuestro país; puso las bases de la socialdemocracia que triunfaría en Europa; adaptó a la nación para nuestra ansiada entrada en la Unión Europea y …, cometió errores, tales como el Gal y la corrupción, por los que pagaron con cárcel algunos de sus colaboradores. Pero eso está ya zanjado judicialmente.
El segundo… bueno, del segundo solo cabe destacar la Ley de Tráfico que trajo el carné por puntos y el matrimonio homosexual. Esas son sus dos grandes hazañas. Aunque vende también como un éxito la ley de Dependencia. No fue más que un elemento propagandístico que luego tuvieron que pagar las autonomías. Algunas no lo hicieron y la norma quedó en papel mojado. Y mejor no hablar de los recortes que impuso a pensionistas y funcionarios tras sufrir de hiperventilación, cuando le llamó en mayo de 2010 el mismísimo Obama para afearle el despilfarro que practicaba en plena crisis financiera.
Lo demás de Zapatero, la inconsistencia: una reforma del Estatuto de autonomía catalán inconstitucional que despertaría los monstruos independentistas; una ridícula alianza de las civilizaciones con el sátrapa turco, Erdogan; ministras de la “solvencia intelectual” (auténticas excelencias si se comparan con Irene Montero) de Leyre Pajín y Bibiana Aído; y la vergonzosa entrega, que perdura hoy, a la doctrina chavista, que deja morir de hambre y de dictadura a los venezolanos.
Pues hete aquí que el heredero de esos presidentes, Pedro Sánchez, es peloteado, a qué no saben por quién: por Zapatero, el valedor de Pablo Iglesias e Íñigo Errejón. Es comprensible que el actual presidente no pueda ni mirar a la cara a González, al que mintió vergonzosamente en 2016 cuando le prometió que se abstendría en la segunda investidura de Rajoy. Después, vendría el ataque a González con la cal viva del hoy socio del presidente, Iglesias, y la ofensiva actual de este contra el primer presidente socialista de nuestra democracia. Sánchez ha liquidado al PSOE que modernizó España y que era homologable con los grandes partidos europeos de Willy Brandt, François Mitterrand u Olof Palme. Hoy es un gregario de Pablo Iglesias que persigue, con el ataque a Felipe González, rascar algunos votos a Bildu en las próximas elecciones vascas. Virutas para consolidar ese aglomerado postrimero.
Qué bajo ha caído el PSOE ahora en manos de Pablo Iglesias y Arnaldo Otegi, dos reconocidos depredadores de la España de las libertades. Menos mal que, en el tiempo de descuento, el PSOE ha impedido que se abra una comisión de investigación impulsada por Podemos para hurgar en el pasado socialista, lo que hubiera sido una ignominia contra las esencias de este partido centenario. Mejor que esta anacrónica coalición mire al presente, que igual encuentra más despropósitos que los que Podemos imputa a Felipe González, un estadista al que Iglesias y Sánchez no le llegan ni a la suela de su zapato.