Ha dimitido Ángel Carromero, jefe del gabinete del alcalde de Madrid.

Lo primero que hizo Dios para formar el mundo fue separar la luz de las tinieblas y así creó el día y la noche; luego creó el cielo y la tierra, a los que separó formando así el techo y el suelo del hábitat para lo que vendría después, su obra maestra: el hombre, una especie dotada de raciocinio que podría continuar su obra. Como en todos los prototipos en el hombre había cosas que rectificar, pero eso se lo dejó Dios a ¡los políticos!, y ahí empezó el principio del fin del proyecto divino: la lucha de intereses, de egos, de poderes para coger el gobierno sobre el resto de los congéneres.

Carromero se separa del PP para poder lavar su imagen sin enturbiar el agua donde otros beben. Aguas que ahora son un turbión dentro de ese partido de derechas sin pundonor ni principios básicos de comportamiento colectivo.

Casado es el presidente del PP. Ayuso, también del PP, presidenta de la Comunidad de Madrid. Ambos, dirigentes preparados y con carisma para gobernar sus naves. ¡Insustituibles dirigentes! Ambos, críos discutiendo en el patio del colegio por su relevancia en el equipo sin mirar el marcador y al contrario, han de ganar el partido.

No sé lo que ignoro, pero lo que sí sé es que Isabel Ayuso es una buenísima presidenta de la Comunidad de Madrid, al margen de las cuitas que tenga su hermano, y que Casado será un excelente presidente del Gobierno, que ahora no debe dejarse comer la oreja por nadie, ni siquiera por lo que diga Ayuso, para no desviarse de la ruta hacia La Moncloa.

Muchos españoles creen en ese renovado partido y en esos dirigentes, y otros muchos están hartos de Pedro Sánchez y sus chalaneos para seguir en el machito, aunque por desgracia la mitad de estos no lo expresen en las urnas. Es el momento de remar al unísono hacia la misma costa sin perder fuerzas en rencillas estúpidas. Lo que haya de dilucidar la Justicia, que lo juzgue, pero no nos desviemos del problema principal de ahora mismo: de España y los españoles.