Pues nada, que ahora vivir en el barrio de Salamanca, es cosa de pijos. Que dice Gabriel Rufián, que las manifestaciones que han comenzado en la calle Núñez de Balboa, en protesta por la negligente gestión del PSOE con la pandemia del Covid-19, es el enfado de “cien o ciento cincuenta pijos que no pueden jugar al golf” por las restricciones. Y lo dice Rufián, ese valiente del independentismo catalán que dijo hace cinco años que iba a abandonar el Congreso de los Diputados porque no era su Parlamento ni aquí estaba su Gobierno. Pues ha debido sufrir amnesia republicana, porque ahí sigue, cobrando su sueldo, sus dietas y además, convertido, por la iniquidad de Sánchez, en factótum de su Gobierno. Vamos, el que tiene el botón rojo para echar al presidente del Gobierno del Palacio de La Moncloa.
Según esa lógica tan elaborada e intelectual, todo el que vive en el barrio de Salamanca es un pijo. Tanto es así que incluso he oído a otro iluminado que una persona que golpeaba una señal de tráfico con un palo de golf (he visto en fotos que era una escoba) le recordaba al famoso Cojo Manteca, ese personaje que avivaba las revueltas estudiantiles en Madrid a finales de los 80 dando golpes de muleta a todo mobiliario urbano que se pusiera por delante. Esa es la percepción del parlante.
En ese barrio se encuadran desde las personas mayores que habitan en pisos de renta antigua, hasta los universitarios que alquilan habitaciones, hasta familias que les ha costado dios y ayuda pagar la hipoteca para tener un piso en este barrio. Es tan pobre y facilón el argumento que aquí le facilito el nombre de unos cuantos ilustres pijos que no pueden jugar al golf y que habitan en el barrio de Salamanca: Pablo Echenique, Felipe González, Iván Redondo, Margarita Robles, José Bono, Jorge Verstrynge, Ramón Espinar, Miguel Ángel Fernández Ordóñez, Pilar Bardem…
Ah… perdón; me había olvidado de que estos vecinos de ese barrio tan elitista son de izquierdas y por tanto están exentos de las titulaciones que da el señor Rufián. Estos no son pijos ni les gusta el golf. Son más de manifestaciones proletarias. Felipe González las hace en el yate de sus amigos, los oligarcas sudamericanos; Pilar Bardem, desde la mansión de su hijo en Hollywood; Bono, desde su cigarral en Toledo y Ramón Espinar, le pide a su padre la tarjeta black de Caja Madrid, por cuyo uso corrupto fue condenado, para pagar el sueldo a los trabajadores de los ERTE. Acabo de recuperar la memoria.